Saturday, February 7, 2015

Conozca a Walter Pitts, el Genio sin hogar que revolucionó la Inteligencia Artificial


El hombre que intentó redimir el mundo con lógica.


Walter Pitts ascendió desde las duras calles de Detroit hasta el prestigioso Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), pero no pudo escapar de sí mismo.

Walter Pitts estaba acostumbrado a ser intimidado. Había nacido en el seno de una dura y ardua familia en la difícil era de la prohibición de Detroit, donde su padre, una calderero, no tenía problemas levantando los puños para salirse con la suya. Los chicos del barrio tampoco eran mejores. Una tarde en 1935, le persiguieron por las calles, pero logró refugiarse en la biblioteca local para esconderse de sus atacantes. Para el joven Walter, un autodidacta, la biblioteca era un lugar familiar, donde el mismo se había enseñado griego, latín, lógica y matemáticas. Allí se encontraba más a gusto que en su propia casa, donde su padre insistía en que abandonara la escuela y se pusiera a trabajar. Mientras que el mundo exterior era caótico y desordenado, en el interior de la biblioteca el joven hallaba paz y tranquilidad, y donde todo le parecía tener sentido.

Como no quería correr el riesgo de encontrarse con sus atacantes Walter decidió ocultarse en la biblioteca hasta pasado el cierre.  Ya de noche, a solas, vagó por las pilas de libros hasta que encontró Principia Mathematica, un conjunto de tres tomos escrito entre 1910 y 1913 por Bertrand Russell y Alfred North Whitehead  que trataba en derivar toda la matemática de la época a partir de las axiomas de lógica matemática. Walter se sentó y comenzó a leer. Durante los tres próximos días permaneció en la biblioteca hasta que había leído cada uno de los volúmenes de principio a fin, cubriendo en total cerca de 2000 páginas.  En el proceso logró identificar varios errores en el texto y decidió que el propio Bertrand Russell necesitaba saber acerca de estos. De esta manera el joven Walter redactó y mandó una carta a Russell donde detallaba los errores. No sólo Russell contestó a su carta, sino que estaba tan impresionado que invitó a Pitts para estudiar con él como estudiante de posgrado en la Universidad de Cambridge en Inglaterra. Desafortunadamente esto era algo que el joven Walter no podría hacer, pues en aquel entonces era un menor de edad con tan sólo 12 años. Tres años transcurrieron, y cuando se enteró de que Russell estaría visitando la Universidad de Chicago, el quinceañero se escapó de su casa y se dirigió a Illinois. Nunca más volvió a ver a su familia.


En 1923, el año en que nació Walter Pitts, Warren McCulloch, de 25 años de edad, también se encontraba digiriendo los tomos de Principia Mathematica, pero ahí es donde las similitudes entre ellos terminaba.  McCulloch no podría haber provenido de un mundo más diferente. Nacido en una familia de la Costa Este bien acomodada, de abogados, médicos, teólogos e ingenieros, McCulloch asistió primero a una academia privada para varones en Nueva Jersey, luego estudió matemáticas en Haverford College en Pennsylvania, y a continuación, filosofía y psicología en la Universidad de YaleEn 1923 se encontraba en Columbia, donde estaba estudiando "estética experimental" y estaba a punto de obtener su título de médico en neurofisiología.  Pero en el fondo, McCulloch era un filósofo y quería saber lo que significa conocerFreud acababa de publicar "El yo y el ello" y aunque el psicoanálisis estaba de moda en aquel entonces, McCulloch no opinaba igual. Él estaba seguro que de alguna manera el misterioso funcionamiento y fallos de la mente tiene sus raíces exclusivamente en los disparos electromecánicos de las neuronas en el cerebro.


A pesar de que comenzaran en los extremos opuestos del espectro socio-económico, McCulloch y Pitts estaban destinados a vivir, trabajar y morir juntos. En el camino, crearían la primera teoría mecanicista de la mente, el primer enfoque computacional para la neurociencia, el diseño lógico de los ordenadores modernos, y los pilares de la inteligencia artificial. Pero además de ser una historia acerca de una colaboración fructífera de investigación, se trata también de los lazos de amistad, la fragilidad de la mente, y los límites de la capacidad de la lógica para redimir un mundo desordenado e imperfecto.


Puestos de lado también eran una pareja extraña. McCulloch que ya tenía 42 años cuando conoció a Pitts, era un filósofo-poeta confiado en si mismo, con una barba salvaje, ojos grises, y un fumador empedernido que vivía de whisky y helado, nunca acostándose antes de las cuatro de la madrugada. Pitts en cambio, con 18 años, era pequeño y tímido, con una frente ancha y alargada que le envejecía prematuramente, y un rostro como un pato con gafas.  Mientras que McCulloch era un científico respetado, Pitts era un fugitivo sin hogar trabajando en un puesto de baja categoría, y que rondaba por la Universidad de Chicago colándose en las conferencias de Russell.  Allí conoció a un joven estudiante de medicina llamado Jerome Lettvin
  
Fue Lettvin quien presentó a los dos hombres. En cuanto entablaron conversación, se dieron cuenta de que compartían un héroe en común: Gottfried Leibniz. El filósofo del siglo XVII había intentado crear un alfabeto y una gramática del pensamiento humano, donde cada letra representaba un concepto que se podría combinar y manipular de acuerdo con un conjunto de reglas lógicas, y de esta manera computar todo el conocimiento humano, una visión que prometía transformar el imperfecto mundo exterior en el santuario racional de una biblioteca.


McCulloch explicó a Pitts sobre sus intentos de modelar el cerebro con un cálculo lógico al estilo de Leibniz, y que se había inspirado en Principia Mathematica, en la que Russell y Whitehead intentaron demostrar que todas las matemáticas se podrían construir desde cero usando tan solo la indiscutible lógica matemática básica. Para ello, el bloque de construcción fundamental era la proposición lógica, que en su forma más simple genera valores verdaderos o falsos. A partir de ahí, emplearon las operaciones fundamentales de la lógica, como la conjunción ("y"), la disyunción ("o"), y la negación ("no"), para enlazar proposiciones formando así redes cada vez más complicados. A partir de estas simples proposiciones derivaron la complejidad de la matemática moderna.



Esto llevó a McCulloch a modelar las neuronas. Sabía que cada una de las células nerviosas del cerebro, neuronas sólo disparan sus impulsos nerviosos después de alcanzar un umbral mínimo, y que debe de existir de antemano un número mínimo suficiente de neuronas vecinas enviando señales a través de las sinapsis para que estas generen su propio potencial de acción.  McCulloch formuló que este proceso era de carácter binario, ya que las neuronas o disparan, o no lo hacen.  Acabo modelando el impulsos nervioso neuronal como una proposición, y a las neuronas como puertas lógicas con múltiples puertas de entrada y una única puerta de salida. Variando el umbral de disparo de una neurona, se podrían llevar a cabo las funciones lógicas.


Tras leer un nuevo documento del matemático británico Alan Turing que demostraba la posibilidad de una máquina capaz de calcular cualquier función (siempre que fuera posible hacerlo en un número finito de pasos), McCulloch se hayo convencido de que el cerebro también era una máquina de este tipo, y que utiliza la lógica codificada en sus redes neuronales para computar. Pensó que las neuronas podrían, a través de las reglas de la lógica, estar enlazados entre sí como eslabones, para construir cadenas de pensamiento cada vez más complejas, de la misma manera que se agrupaban las proposiciones en Principia Mathematica para formar complejos conceptos matemáticos.

Mientras McCulloch explicaba al joven su proyecto, Pitts lo entendía todo de inmediato, y sabía exactamente que herramientas matemáticas podrían utilizarse para su labor.  McCulloch, encantado, invitó al adolescente a alojarse con él y su familia en Hinsdale, una localidad rural en las afueras de Chicago. El hogar de McCulloch en Hinsdale era una bohemia bulliciosa, de espíritu libre, visitada frecuentemente por intelectuales y otros tipos literarios de Chicago que se reunían allí para hablar de poesía, psicología y política radical, mientras que canciones sindicales y de la Guerra Civil española sonaban desde el fonógrafo.  Por las noches, cuando Rook, la esposa de McCulloch, y los tres niños ya se habían acostado, McCulloch y Pitts se acomodarían con un whisky y tratarían, partiendo desde la neurona, de construir un modelo computacional del cerebro.

Antes de la llegada de Pitts, McCulloch tenía un problema sin resolver.  Sus cadenas de neuronas computacionales no tenían impedimento alguno en torcerse sobre sí mismos y formar bucles, por lo que la salida de la última neurona en una cadena neuronal se convertía en la entrada de la primera neurona de la misma cadena: una red neuronal que se muerde la cola.  McCulloch no tenía ni idea de cómo modelar aquello matemáticamenteDesde el punto de vista de la lógica, un bucle se parece en algo a una paradoja: el consiguiente se convierte en el antecedente; el efecto se convierte en la causa. McCulloch había etiquetado cada eslabón de la cadena con un sello temporal, de modo que si la primera neurona disparó en el momento t, la siguiente disparó en t + 1, y así sucesivamente. Pero cuando las cadenas se hacían bucles sobre si mismos, t + 1, de repente, venía antes de t.

Pero Pitts si supo cómo abordar el problema: mediante el uso de la aritmética modular, la cual se basa en las relaciones de congruencia y de equivalencia entre números enteros, como por ejemplo, los sistemas de números que recurren cíclicamente, como las horas de un reloj. Pitts mostró a McCulloch que la paradoja del tiempo t + 1 que viene antes de tiempo t no era una paradoja, ya que mediante sus cálculos los conceptos "antes" y "después" perdían su significadoDe esta manera el tiempo quedó por completo eliminado de la ecuación.  Si uno viera el destello de un rayo en el cielo, los ojos enviarían una señal al cerebro, pasándolo a través de una cadena de neuronas.  Comenzando con cualquier neurona determinada en la cadena, se podría volver sobre los pasos de la señal y averiguar cuando se produjo el rayoA menos, claro está, que la cadena neuronal sea un bucle.  En ese caso, la información codificada sobre el rayo sólo daría vueltas en círculos sin fin, y sin tener conexión alguna con el momento en el que el destello del rayo ocurrió en realidad, convirtiéndose, como McCulloch lo puso en, "una idea extraída fuera del tiempo." En otras palabras, una memoria, un recuerdo.

Una vez concluidos los cálculos de Pitts, él y McCulloch habían desarrollado un modelo mecanicista de la mente, la primera aplicación de la computación sobre el cerebro, y el primer argumento de que el cerebro, en el fondo, es un procesador de información.  Mediante el encadenando de neuronas binarias simples formando cadenas y lazos, habían demostrado que el cerebro podía implementar cada una de las posibles operación lógicas, y calcular cualquier cosa que pueda ser calculado por una de las hipotéticas máquinas de Turing. Gracias a esos bucles auto reflexivos, también habían encontrado una manera para que el cerebro pudiera abstraer información, retenerla, y volver a abstraerlo una vez más, creando así elaboradas jerarquías de ideas persistentes, un proceso que llamamos "pensamiento".

McCulloch y Pitts redactaron sus hallazgos en el ahora trascendental artículo, "Un cálculo lógico de las ideas inmanentes en la actividad nerviosa", publicado en el Boletín de Matemáticas Biofísicas. El modelo en si era demasiado simplificado para un cerebro biológico, pero tuvo éxito en mostrar una prueba de principio.  El pensamiento, dijeron, no necesita estar envuelta en misticismo freudiano o participar en luchas entre el yo y el ello. "Por primera vez en la historia de la ciencia", McCulloch anunció a un grupo de estudiantes de filosofía, "sabemos lo que sabemos."

Pitts había encontrado en McCulloch todo lo que necesitaba: aceptación, amistad, su otra mitad intelectual, y al padre que nunca tuvo. A pesar de que sólo había vivido en Hinsdale por un corto tiempo, el fugitivo referiría a la casa de McCulloch como su hogar para el resto de su vida. Por su parte, McCulloch estaba encantado. En Pitts había encontrado un alma gemela, un colaborador, y una mente con la destreza técnica para dar vida a las ideas medio formadas de McCulloch Como él mismo escribió en una carta de referencia sobre Pitts, "Le tendría siempre conmigo."

Pitts pronto haría una impresión similar en una de las imponentes figuras intelectuales del siglo XX, el matemático, filósofo y fundador de la cibernética, Norbert WienerEn 1943, Lettvin llevó a Pitts al despacho de Wiener en el MITPor lo visto, Wiener ni se presento a sí mismo, ni tampoco hizo conversación trivial alguna.  Simplemente se dirigió junto con Pitts hacia la pizarra en la que estaba trabajando sobre una prueba matemática.  Mientras Wiener trabajaba, Pitts intervino con preguntas y sugerencias.  Según Lettvin, en el momento en que llegaron a la segunda pizarra, estaba claro que Wiener había encontrado a su nuevo hombre de confianzaWiener escribiría más tarde que Pitts fue "sin duda el joven científico más fuerte que he conocido ... Estaré sumamente asombrado si no llegar a ser uno de los dos o tres científicos más importantes de su generación, no tan sólo en América sino en el mundo entero".

Wiener quedo tan impresionado que prometió a Pitts un doctorado en matemáticas en el MIT, a pesar del hecho de que nunca se había graduado de la escuela, esto era algo que prohibían las estrictas reglas de la Universidad de Chicago Era una oferta que Pitts no pudo rechazar.  En el otoño de 1943, Pitts se mudó a un apartamento en Cambridge, se inscribió como estudiante especial en el MIT, y estudió bajo uno de los científicos más influyentes en el mundoAhora si que se encontraba bien alejado de aquel mundo obrero de Detroit de donde provenía.

Wiener deseaba que Pitts hiciera más realista su modelo del cerebro. A pesar de los avances que Pitts y McCulloch habían hecho, su trabajo apenas había conseguido hacer un murmullo entre los científicos del cerebro, en parte porque la lógica simbólica que habían empleado era difícil de descifrar, pero también porque su modelo rígido y simplista no capturaba el aparente desorden completo del cerebro biológico.  Wiener, sin embargo, comprendía las implicaciones de lo que habían realizado, y sabía que un modelo más realista cambiaría el juegoTambién se dio cuenta de que debería ser posible implementar las redes neuronales de Pitts en maquinas creadas por el hombre, marcando el comienzo de su sueño de una revolución cibernética. Wiener pensó que si Pitts iba a hacer un modelo realista de los cien billones (un billón, en la escala corta, es el equivalente de mil millones en la escala larga, aquí el autor, y el traductor, prefieren hacer uso de la escala corta, la cual se espera que en unas décadas, o siglos, será adoptada también en Europa, y soy europeo :-) de neuronas interconectadas del cerebro, necesitaría hacer buen uso de estadísticas.  Las estadísticas y la teoría de probabilidades eran el campo de especialización de Wiener.  Después de todo, fue Wiener quien descubrió una definición matemática precisa de la información: Cuanto mayor sea la probabilidad, mayor es la entropía y más bajo es el contenido de la información.

A medida que Pitts comenzó su trabajo en el MIT, se dio cuenta de que, aunque las características generales neurales deben de encontrarse codificados en la genética, no había manera de que nuestros genes pudieran predeterminar los billones de conexiones sinápticas ubicados en el cerebro; la cantidad de información requerida era inmensa Pensó, que debe de ser el caso, que comenzamos esencialmente con redes neuronales altamente aleatorios: unos estados altamente probables, pero conteniendo información insignificante; lo cual es una tesis que continúa siendo debatidoSospechaba que alterando los umbrales de las neuronas a través del tiempo, el azar daría paso al orden y así la información podría surgirSe dedicó a modelar el proceso utilizando la mecánica estadística Wiener le vitoreó con entusiasmo, porque sabía que si tal modelo fuera materializado en una máquina, la máquina podría aprender.

"Ahora acabo comprendiendo la mayor parte de lo que dice Wiener, lo cual me han dicho que en sí ya es un gran logro", escribió Pitts en una carta a McCulloch en diciembre de 1943, unos tres meses después de haber llegado a MITSu trabajo con Wiener fue "para constituir la primera discusión adecuada de la mecánica estadística, entendida en el sentido más general posible, de manera que incluya, por ejemplo, el problema de derivar las leyes psicológicas, o estadísticos, leyes de la conducta de las leyes microscópicas de la neurofisiología ... ¿No suena bien? "


Ese invierno, Wiener llevo a Pitts a una conferencia que organizó en Princeton con el matemático y físico John von Neumann, que estaba igualmente impresionado con la mente de Pitts.  Así se formó el grupo, que sería conocido como los cibernéticos, con Wiener, Pitts, McCulloch, Lettvin, y von Neumann en su núcleo.  Entre este extraño grupo, destacó el que una vez había sido un desamparado fugitivo. "Ninguno de nosotros podría pensar en la publicación de un documento sin sus correcciones y su aprobación", escribió McCulloch. "[Pitts] fue sin lugar a dudas el genio de nuestro grupo", dijo Lettvin. "Él era absolutamente incomparable en la escolaridad de la química, la física, de todo lo que se pueda hablar de historia, botánica, etc. Cuando le haces una pregunta, te viene de vuelta con todo un libro de texto ... Para él, el mundo estaba conectado de una manera muy manera compleja y maravillosa."


El siguiente mes de junio de 1945, John von Neumann escribió lo que sería un documento histórico titulado "Primer borrador de un informe sobre el EDVAC" (1, 2), la primera descripción publicada de una máquina computadora de cálculo binario con almacenamiento de programa, el ordenador/computador moderno. El predecesor del EDVAC, el ENIAC, que ocupaba 1800 pies cuadrados de superficie en Filadelfia, era más bien una calculadora electrónica gigante que un ordenador.  Era posible programar de nuevo aquella cosa, pero para hacerlo hacía falta que varios operadores redirigieran todos los cables e interruptores, una labor que podía durar varias semanas.  John von Neumann se dio cuenta de que tal vez no fuera necesario volver a reorganizar la máquina cada vez que quería que esta realizase una nueva función.  Pensó que si fuera posible abstraer cada configuración de los interruptores y cables, y codificarlos simbólicamente como información, se podrían introducir estos en el ordenador de la misma manera que alimentas los datos, sólo que ahora los datos incluirían los mismos programas que manipulan a los datos.  Así, sin tener que repetidamente cablear de nuevo, se obtendría una máquina universal de Turing.

Para lograr esto, John von Neumann sugirió modelar el ordenador en base a las redes neuronales de Pitts y de McCullochEn lugar de neuronas, sugirió tubos de vacío, que servirían como puertas lógicas, encadenándolos exactamente como Pitts y McCulloch habían descubierto, y de esta manera poder llevar a cabo cualquier cálculo que uno desearaPara almacenar los programas como datos, el equipo necesitaría algo nuevo: memoria.  Aquí es donde los bucles de Pitts entraron en juego. "Un elemento que se estimula a sí mismo mantendría el estímulo indefinidamente", von Neumann escribió en su informe, haciéndose eco de Pitts y su empleo de matemáticas de módulo.  John von Neumann Detalló todos los aspectos de esta nueva arquitectura computacional, y en todo el informe citó un solo documento: "Un cálculo lógico de las ideas inmanentes en la actividad nerviosa" por McCulloch y Pitts.

Por el año 1946, Pitts vivía en la calle Beacon en Boston con Oliver Selfridge, un estudiante del MIT que se convertiría en "el padre de la percepción de la máquina", Hyman Minsky, el economista futuro, y Lettvin.  Pitt enseñaba lógica matemática en el MIT y trabajaba con Wiener en modelar la mecánica estadística del cerebro.  Al año siguiente, en la Segunda Conferencia Cibernética, Pitts anunció que estaba escribiendo su tesis doctoral sobre las redes neuronales tridimensionales probabilísticos. Los científicos presentes quedaron realmente impresionados. "Ambicioso" era apenas la palabra adecuada para describir la habilidad matemática necesaria para lograr tal hazaña. Y sin embargo, todo el mundo que conocía Pitts estaba seguro de que podía hacerlo.  Estarían esperando con gran expectación.


En una carta al filósofo Rudolf Carnap, McCulloch catalogó los logros de Pitts. "[Pitts] es el más omnívoro de científicos y académicosSe ha convertido en un excelente químico de la coloración, un buen especialista en mamíferos, y conoce las juncias, las setas y las aves de Nueva Inglaterra.  Aprendió neuroanatomía y neurofisiología de las fuentes originales en griego, latín, italiano, español, portugués y alemán, ya que aprende cualquier idioma que necesita tan pronto como lo necesita.  Cosas como la teoría de circuitos eléctrico, y en el sentido práctico, las soldaduras de circuitos energéticos, de iluminación, y de radio, los hace el mismoEn mi larga vida, jamás he visto a un hombre tan erudito ni tan realmente práctico como él".  Incluso los medios de comunicación se dieron cuentaEn junio de 1954, la revista Fortune publicó un artículo con los 20 científicos más talentosos menores de 40 años; Pitts fue presentado, junto a Claude Shannon y James Dewey WatsonContra todo pronóstico, Walter Pitts se había disparado al estrellato científico.

Algunos años antes, en una carta a McCulloch, Pitts escribió: "Una vez a la semana me entra una violenta morriña de poder hablar toda la tarde y toda la noche contigo".  A pesar de su éxito, Pitts tenía gran nostalgia y casa significaba McCulloch.  Pensaba que si podía volver a trabajar con McCulloch, sería más feliz, más productivo, y más propenso a abrirse por nuevos caminos.  McCulloch, también, parecía estar trastabillando sin su colaborador.


De repente, las nubes se abrieron.  En 1952, Jerry Wiesner, el entonces director asociado del Laboratorio de Investigación Electrónica del MIT, invitó a McCulloch para encabezar un nuevo proyecto sobre la ciencia del cerebro en el MIT.  McCulloch no dejó pasar la oportunidad, pues significaba que estaría trabajando con Pitts de nuevo.  Cambió su cátedra y su gran casa de Hinsdale por un título de asociado en investigación y un cutre apartamento en Cambridge, y no podría haber sido más feliz con la decisión.  El plan para el proyecto era utilizar todo el arsenal de teoría de la información, la neurofisiología, la mecánica estadística, y las máquinas de computación para entender cómo el cerebro da lugar a la mente.  Lettvin, junto con el joven neurocientífico Patrick David Wall, se unió a McCulloch y Pitts en su nueva sede en el edificio 20 en Vassar Street.  Pusieron un cartel en la puerta: Epistemología Experimental.

Con Pitts y McCulloch juntos de nuevo, y con Wiener y Lettvin en la mezcla, todo parecía listo para el progreso y la revolución.  Neurociencia, la cibernética, la inteligencia artificial, la informática, todo estaba al borde de una explosión intelectual.  El cielo, o la mente, era el límite.

Tan sólo había una persona que no estaba contento con la reunión: la esposa de WienerMargaret Wiener era, a todas luces, una controladora, mojigata y conservadora que despreciaba la influencia de McCulloch en su marido. McCulloch era anfitrión a desmadradas reuniones en su granja familiar en Old Lyme, Connecticut, donde las ideas vagaban libres y todos nadaban desnudos. Una cosa era cuando McCulloch estaba en Chicago, pero ahora venía a Cambridge y Margaret no lo aguantaríaAcabó inventando una historia. Sentó a Wiener y le informó de que cuando su hija, Barbara, se había quedado en la casa de McCulloch en Chicago, varios de sus "muchachos" la habían seducido. Wiener, obviamente enojado, envió inmediatamente un telegrama a Wiesner: "Por favor, infórmeles [Pitts y Lettvin] que toda conexión entre mi y sus proyectos queda suspendido de forma permanente. Ellos son su problema. Wiener".  Wiener nunca más habló con Pitts, y nunca le dijo por qué.

Para Pitts, esto marcó el principio del finWiener, que había asumido un papel paternal en su vida, ahora lo abandonó sin más explicaciónPara Pitts, no tan solo era una pérdida. Era algo mucho peor que eso: Era algo que desafiaba la lógica.


Y luego estaban las ranas. En el sótano del Edificio 20 en el MIT, junto con un cubo de basura lleno de grillos, Lettvin mantenía un grupo de ranas. En aquel entonces, los biólogos creían que el ojo era como una placa fotográfica que registra pasivamente puntos de luz y los enviaba, punto por punto, al cerebro, que realizaba el pesado trabajo de la interpretación.  Lettvin decidió poner la idea a la prueba, abriendo los cráneos de las ranas y adjuntando electrodos a  las fibras individuales de los nervios ópticos.
Junto con Pitts, McCulloch y el biólogo y filósofo chileno Humberto Maturana, sometieron a las ranas a diversas experiencias visuales variando la intensidad lumínica, apagándoles las luces, mostrándoles fotografías a color de su hábitat natural, y colgando magnéticamente moscas  artificiales, y registraron datos sobre el ojo antes de que este enviase la información al cerebro.  Para la sorpresa de todos, el ojo no se limitó a grabar lo que vio, pero que filtró y analizó la información acerca de características visuales como contraste, curvatura y movimiento.  "El ojo habla al cerebro en un idioma ya altamente organizado e interpretado", informaron en el documento ahora-seminal "Lo que el ojo de la rana le dice a cerebro de la rana", publicado en 1959.

Los resultados gravemente agitaron la visión del mundo que Pitts tenía.  En lugar de que el cerebro procesase información, neurona digital a neurona digital, utilizando la exacta implementación de la lógica matemática, hallaron procesos analógicos desordenados en el ojo que realizaban parte de la labor interpretativa. "Era evidente para él que después de que habíamos hecho las pruebas con los ojos de las ranas, incluso si la lógica juega una parteno juega la parte importante o central que uno habría esperado", dijo Lettvin. "Esto lo decepcionó. Nunca lo admitiría, pero parecía añadir a su desesperación por la pérdida de la amistad de Wiener ".

La avalancha de malas noticias agravó una racha depresiva que Pitts había estado luchando durante años. "Tengo una especie de desgracia personal sobre el que me gustaría su consejo" Pitts había escrito a McCulloch en una de sus cartas. "Me he dado cuenta en los últimos dos o tres años de una tendencia creciente a una especie de apatía melancolía o depresión. [Su] efecto es hacer que el valor positivo parece desaparezca del mundo, por lo que nada merece la pena hacer el esfuerzo, y haga lo que haga, o lo que me pase, deja de importarme mucho ... "


En otras palabras, Pitts estaba luchando con la misma lógica que había buscado en su vida.  Pitts escribió que su depresión podría ser "común a todas las personas con una educación excesivamente lógica que trabajan en las matemáticas aplicadas: Es una especie de pesimismo que resulta de la incapacidad de creer en lo que se llama el principio de inducción, o el principio de la uniformidad de la Naturaleza. Pues no se puede probar, o incluso hacer que sea probable a priori, que el sol se amanecerá mañana, no podemos creer realmente que así será".

Ahora, alejado de Wiener, la desesperación de Pitts resultó letal. Empezó a beber mucho y se alejó de sus amigos.  Cuando le ofrecieron su doctorado, se negó a firmar el papeleo.  Prendió fuego a su disertación junto con todas sus notas y sus papeles.  Años de trabajo, importante trabajo que todos en la comunidad estaban ansiosamente esperando Lo quemó todo, información invaluable reducido a la entropía y la cenizaWiesner ofreció a Lettvin un mayor apoyo para el laboratorio si este pudiese recuperar algún fragmento de la disertación. Pero todo había desaparecido.

Pitts continuó siendo un empleado de MIT, pero esto era poco más que un tecnicismo; casi no hablaba con nadie y que con frecuencia desaparecía. "Le buscábamos noche tras noche", dijo Lettvin. "Viéndole destruirse a sí mismo fue una experiencia terrible." En cierto modo, Pitts todavía tenía 12 años, todavía estaba molido, todavía un fugitivo escondiéndose del mundo en mohosas bibliotecasSólo que ahora sus libros tomaron la forma de una botella.

Junto a McCulloch, Pitts había construido las bases de la cibernética y la inteligencia artificial.  Habían encaminado a la psiquiatría lejos del análisis freudiano y hacia una comprensión mecanicista del pensamiento.  Habían demostrado que el cerebro computa y de que el pensamiento, como actividad mental, es procesamiento de informaciónAl hacerlo, también habían demostrado cómo una máquina podría calcular, proporcionando la inspiración clave para la arquitectura de los ordenadores modernosGracias a su trabajo, hubo un momento en la historia en que la neurociencia, la psiquiatría, la informática, la lógica matemática y la inteligencia artificial estuvieron ligados siguiendo una idea, primera entrevista por Leibniz, en el que todos, el hombre, las máquinas, los números, hacen uso de la información como moneda universal.  Lo que parecía superficialmente estar constituidos de materiales muy diferentes, trozos de metal, trozos de materia gris, rayas de tinta en una página, eran profundamente intercambiables.


Sin embargo, había una trampa.  La abstracción simbólica hacía el mundo transparente, pero al cerebro opaco.  Una vez que todo se había reducido a información regida por la lógica, la mecánica real deja de importar.  La solución intermedia hacia la computación universal era la ontología.  John von Neumann fue el primero en ver el problema.  Expresó su preocupación a Wiener en una carta que anticipa la llegada de la división entre la inteligencia artificial por un lado y de la neurociencia por otro. "Después de la gran contribución positiva de Turing-cum-Pitts-y-McCulloch se asimila", escribió, "la situación es bastante peor de lo mejor que era antes.  De hecho, estos autores han demostrado en la generalidad absoluta y sin esperanza de que cualquier cosa y todo ... se puede hacer mediante un mecanismo apropiado, y en concreto por un mecanismo neural,  y que incluso un mecanismo definitivo puede ser universal." Invirtiendo la argumentación: Nada de lo que se pueda conocer o aprender sobre el funcionamiento del organismo puede dar, sin trabajo citológico microscópico pista alguna respecto a los otros detalles del mecanismo neural".


Esta universalidad hizo imposible para Pitts proporcionar un modelo del cerebro que fuera práctico, por lo que su trabajo fue descartado, y más o menos olvidado por la comunidad de científicos que trabajan en el campo del cerebro. Lo que es más, el experimento con las ranas había demostrado que una visión del pensamiento puramente lógica y centrado en el cerebro tenía sus límitesLa naturaleza había elegido el desorden de la vida sobre la austeridad de la lógica, una opción que Pitts probablemente no podía comprenderNo tenía manera de saber que mientras que sus ideas sobre el cerebro biológico no daban el resultado inmediato que él esperaba, estaban poniendo en marcha la era de la computación digital, el enfoque de la red neuronal para el aprendizaje de las máquinas, y del llamado conexionismo de la mente. En su propia mente, quedó derrotado.


El sábado 21 de abril de 1969, su mano temblando del delírium trémens de un alcohólico, Pitts envió una carta desde su habitación en el hospital Beth Israel en Boston, a la habitación de McCulloch, en la unidad de terapia intensiva cardíaca del hospital Peter Bent Brigham"Entiendo que tuviste un infarto leve; ... Que estás enganchado a muchos sensores conectados a paneles y alarmas monitorizados continuamente por una enfermera, y por ello no puedes darte la vuelta en la cama.  Sin duda esto es cibernético.  Pero todo se me hace más abominablemente triste.Pitts ya llevaba tres semanas en el hospital, después de haber sido admitido por graves problemas hepáticos e ictericiaEl 14 de mayo 1969, Walter Pitts murió solo en una casa de huéspedes en Cambridge, de hemorragia por varices esofágicas, una condición asociada a la cirrosis del hígado.  Cuatro meses después, McCulloch falleció, como si la existencia de uno sin el otra fuera simplemente ilógico, un proceso de bucle roto.

Visto en Nautilus

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